La historia de San Alejo, cuya festividad se celebra cada 17 de julio, es una de esas que parecen sacadas de una leyenda medieval, pero que en realidad nos confrontan con un amor radical, casi inhumano, hacia lo divino. Nacido en Roma en una familia noble y acaudalada, fue educado con todos los privilegios… y sin embargo, el día de su boda decidió abandonarlo todo, incluso a su esposa, para entregarse por completo a una vida de pobreza, oración y anonimato.
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¿Por qué San Alejo huyó el día de su boda?
Justo cuando todo parecía estar listo para que Alejo viviera una vida acomodada, sintió el llamado de Dios. En plena ceremonia nupcial, decidió huir. Nadie supo más de él durante años. Se refugió en Siria, viviendo como mendigo, dedicado a la contemplación y al servicio de los más pobres. Lo increíble es que nunca reveló su verdadera identidad, ni siquiera cuando tuvo la oportunidad de hacerlo.
¿Cómo volvió a Roma sin que nadie lo reconociera?
Después de años de vida errante, San Alejo regresó a Roma, pero no como el hijo perdido que todos esperaban. Se instaló como mendigo en la entrada de la casa de sus padres, quienes lo ayudaron sin reconocerlo. Vivió ahí diecisiete años, invisible ante los ojos de quienes más lo amaban, orando en silencio y soportando humillaciones. Solo al morir, encontraron una carta en su ropa donde revelaba su historia.
¿Qué lo convirtió en santo y ejemplo de humildad?
San Alejo fue canonizado por la Iglesia por su radical entrega, su humildad, y su decisión de borrar su identidad por completo por amor a Dios. Es considerado patrono de los mendigos, viajeros y enfermos, y su figura sigue inspirando a quienes buscan en el silencio y la renuncia una forma de santidad.
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