La relación entre Selena Quintanilla y su padre, Abraham Quintanilla, fue determinante en el desarrollo artístico de la cantante y estuvo marcada por una estrecha unión familiar, una disciplina rigurosa y una visión clara orientada al éxito musical. Desde la infancia de Selena, Abraham descubrió el talento de sus hijos y formó la agrupación Selena y Los Dinos, proyecto que él mismo dirigió como mánager y productor.
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Durante las décadas de 1980 y 1990, Abraham Quintanilla tomó decisiones clave para la carrera de su hija, incluida su salida de la escuela para enfocarse de lleno en giras, presentaciones y grabaciones. Muchas de las primeras actuaciones se realizaron en el restaurante familiar PapaGayos, donde la cantante comenzó a forjar su experiencia escénica. En 1993, Abraham fundó Q Productions, empresa desde la cual impulsó la proyección nacional e internacional de Selena.
Aunque públicamente la llamaba “mi niña”, en el ámbito profesional Abraham la trató como una artista de alto rendimiento, sometiéndola a agendas exigentes y manteniendo un control estricto sobre su entorno personal y laboral. Esta disciplina fue vista por algunos como una crianza severa, pero también como un factor decisivo para consolidar su éxito. La propia Selena reconoció en distintas ocasiones que no soñaba inicialmente con ser cantante, sino que fue su padre quien supo encaminarla hacia ese destino.
Uno de los episodios más tensos en su relación ocurrió cuando Selena inició una relación sentimental en secreto con Chris Pérez, guitarrista de la banda. Al enterarse, Abraham lo despidió al considerarlo una amenaza para la carrera de su hija. En 1992, Selena y Pérez se casaron a escondidas, lo que provocó un distanciamiento temporal entre padre e hija, aunque con el tiempo lograron reconciliarse.
A pesar de los conflictos, la unidad familiar fue siempre un valor central para Abraham Quintanilla. Tras la muerte de Selena, esa cohesión se mantuvo y se reflejó en la preservación de su legado artístico y cultural. El Museo de Selena, ubicado en Corpus Christi, Texas, se convirtió en un espacio emblemático donde su padre continuó trabajando y compartiendo la memoria de la cantante con el público.
En una entrevista concedida hace un año, Abraham Quintanilla habló sobre el dolor persistente por la pérdida de su hija y la esperanza que encuentra en su fe religiosa. Señaló que él y su esposa, Marcella Samora, confían en que algún día volverán a verla, según sus creencias bíblicas. También expresó que evita pensar en escenarios hipotéticos, aunque reconoció que, de seguir viva, Selena probablemente habría alcanzado un estrellato aún mayor o habría optado por una vida familiar.
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Abraham Quintanilla ha reiterado que, a pesar del paso del tiempo, el recuerdo de Selena permanece constantemente presente en su vida y en la de su esposa. Su relación, compleja y profundamente ligada a los negocios familiares y a la música, fue una pieza fundamental en la creación de la figura que hoy es reconocida como la Reina del Tex-Mex.