Beatrix Potter es recordada por su universo de conejos curiosos, bosques delicados y acuarelas que parecen respirar. Pero antes de convertirse en autora icónica, fue una científica autodidacta que vio en la naturaleza un libro abierto. ¿QUÉÉÉ?
Desde pequeña observó hongos, insectos y plantas con la precisión de una investigadora profesional. Esa disciplina la llevó, en la década de 1890, a formular una hipótesis adelantada a su tiempo: los líquenes eran organismos simbióticos formados por la unión de hongos y algas. Su trabajo, presentado a la Sociedad Linneana de Londres, fue rechazado por una sola razón: era mujer. Ni siquiera se le permitió entrar a la sala donde se discutió su investigación.
¿Cómo transformó Beatrix un rechazo científico en una revolución literaria?
Después del portazo académico, Potter tomó su cuaderno, sus acuarelas y convirtió su talento en literatura infantil. En 1902 publicó El cuento de Peter Rabbit, un éxito que no solo encantó a lectores, sino que introdujo a generaciones enteras al mundo natural con ilustraciones basadas en observación científica.
Sus 23 libros mantuvieron ese rigor: animales con posturas reales, plantas dibujadas a escala, paisajes copiados del campo inglés. Sus cuentos eran historias, pero también pequeñas guías de historia natural.
¿Cuál es el legado ambiental que dejó Beatrix Potter?
Gracias a las ganancias de sus libros, Potter compró tierras en el Distrito de los Lagos y se dedicó a la conservación ambiental. A su muerte, en 1943, donó más de 4000 acres al National Trust, convirtiéndose en una de las mayores benefactoras ambientales de Inglaterra. Décadas después, en 1997, la Sociedad Linneana pidió disculpas por haber desestimado su trabajo. Su teoría sobre líquenes, una vez negada, hoy es un principio aceptado por la ciencia moderna.












