Más allá de su ternura, los delfines han demostrado tener un efecto positivo en terapias dirigidas a personas con autismo, ansiedad o parálisis cerebral. Gracias a su inteligencia, empatía y la estimulación multisensorial que generan al interactuar en el agua, estos cetáceos ayudan a mejorar la comunicación, reducir el estrés y fortalecer la motricidad.

Especialmente en niños, el vínculo emocional que se crea con el animal puede marcar un antes y un después en el tratamiento. Aunque no sustituye a una terapia médica convencional, sí es un complemento valioso y cada vez más popular en centros especializados.

Con información de Eddy Servín.

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