Hay algo curiosamente placentero en volver a ver Friends, The Office o Breaking Bad por cuarta, quinta o décima vez. Muchos lo hacen, pero pocos se preguntan por qué. La respuesta va más allá del entretenimiento: repetir una serie favorita puede ser una forma de autocuidado emocional. Como si esa historia conocida funcionara como una manta caliente en medio de una tormenta, lo familiar se convierte en refugio. La repetición, lejos de ser aburrida, es reconfortante porque elimina la incertidumbre. Y en un mundo donde cada día puede ser impredecible, saber qué pasará en el próximo capítulo es una forma de recuperar el control.
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¿Por qué preferimos lo que ya conocemos?
Según psicólogos, la repetición genera seguridad. Cuando ya sabemos cómo termina un episodio, el cerebro no necesita gastar energía en anticipar lo que viene. Esto reduce la ansiedad y crea un estado de confort. Es lo mismo que ocurre con una canción favorita: la conocemos tan bien que nos acompaña sin sorpresas ni estrés.
¿Es señal de nostalgia o de evasión?
Para muchos, volver a ver una serie es una conexión con un momento emocional positivo del pasado. Es como reencontrarse con una versión más feliz o tranquila de uno mismo. Pero también puede ser una forma de evasión: si una persona se siente abrumada, prefiere sumergirse en un universo que ya domina y donde no hay riesgos emocionales nuevos.
¿Es malo ver lo mismo una y otra vez?
No necesariamente. Repetir una serie puede ser una herramienta de autorregulación emocional, siempre y cuando no sustituya otras experiencias importantes. El problema aparece si esa repetición se vuelve una forma de evitar el presente. Como todo, el equilibrio es clave. A veces, simplemente necesitamos escuchar de nuevo ese viejo chiste de Chandler para recordar que todo estará bien.
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