En la década de 1940, el joven sacerdote Karol Wojtyla visitó al padre Pío en Italia. Durante ese encuentro, el fraile capuchino, famoso por sus estigmas y dones místicos, lo miró fijamente y le dijo: “Un día serás Papa”. Años después, en 1978, Wojtyla fue elegido Papa Juan Pablo II, cumpliendo aquella profecía. El pontífice siempre mantuvo una profunda devoción por el padre Pío y fue quien lo canonizó en 2002.

Una historia de fe, visión y destino que unió a dos figuras clave del siglo XX en un mismo milagro.

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