Huracán Erick: ¿Qué tan temibles pueden ser los huracanes mayores?

Cuando el cielo se oscurece y el viento ruge, comienza la historia de un huracán mayor. En los mapas meteorológicos aparece como una espiral perfecta, pero en tierra firme, puede convertirse en una pesadilla real. Un huracán se clasifica como “mayor” cuando alcanza la categoría 3, 4 o 5 en la Escala Saffir-Simpson, lo que significa vientos sostenidos de más de 178 km/h (111 mph). Pero detrás de esas cifras hay daños masivos, desplazamientos forzados y reconstrucciones que pueden durar años.

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Todo comienza con aguas cálidas y humedad en exceso. A medida que el aire caliente sube, se forma una zona de baja presión que empieza a girar. Si las condiciones atmosféricas son ideales, esa tormenta se fortalece hasta convertirse en un huracán. Pero no todos llegan al nivel de “mayores”. Solo los más intensos logran ese temido título, y cuando lo hacen, la amenaza se extiende cientos de kilómetros.

Un huracán mayor no solo destruye por el viento. Sus peligros más letales son el oleaje extremo, las marejadas ciclónicas (que pueden elevar el nivel del mar varios metros) y las lluvias torrenciales que provocan inundaciones repentinas. Un ejemplo trágico fue el huracán Katrina, que en 2005 cobró miles de vidas. Según el NOAA, el 90% de las muertes por huracanes ocurren por causas indirectas como el agua.

Identificar rutas de evacuación, contar con un kit de emergencia y seguir a fuentes oficiales como el Centro Nacional de Huracanes puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. No subestimes su poder: un huracán mayor no perdona errores. Prepararte no es opcional, es supervivencia.

Cuando un huracán mayor se acerca, la naturaleza nos recuerda quién tiene el control.

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