Misokinesia: Cuando el simple movimiento de otro puede desatar tormentas internas
Un fenómeno psicológico desconocido por muchos afecta silenciosamente a millones: la misokinesia. Descubre por qué ver a alguien mover una pierna o jugar con las manos puede convertirse en una verdadera tortura emocional.
Imagina estar sentado en una sala de espera o en una reunión, y que la persona frente a ti no para de mover el pie, tamborilear los dedos o girar un bolígrafo. Lo que para muchos podría ser una simple distracción, para quienes padecen misokinesia es una auténtica agonía. La misokinesia es una reacción emocional negativa e intensa hacia los movimientos repetitivos y nerviosos de otras personas. A menudo, quienes la sufren experimentan ira, ansiedad o incomodidad extrema simplemente al observar estos gestos involuntarios. Y aunque suene extraño, una de cada tres personas podría padecerla, sin siquiera saberlo.
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¿Cómo se manifiesta este fenómeno en la vida cotidiana?
Los síntomas pueden parecer sutiles al principio: molestia creciente, tensión en los músculos, dificultad para concentrarse. Pero con el tiempo, estos pequeños gestos externos pueden convertirse en detonantes que afectan la calidad de vida. Muchas personas evitan reuniones, clases o espacios públicos, simplemente para no enfrentarse a estos movimientos irritantes. Se sienten incomprendidas y en silencio, lidian con un malestar que no pueden explicar con facilidad.
¿Por qué se produce la misokinesia? ¿Tiene explicación científica?
Estudios recientes sugieren que la empatía visual podría tener un papel importante. El cerebro de quienes sufren misokinesia tiende a “reflejar” los movimientos que ve, como si los sintiera en carne propia. Eso provoca una sobreestimulación emocional, que se traduce en molestia. Aunque no está completamente claro el origen neurológico, se sabe que no es una fobia ni una enfermedad mental grave, pero sí puede generar un gran impacto en el bienestar psicológico.
¿Se puede tratar o controlar la misokinesia?
Afortunadamente, sí. Aunque no existe una “cura” como tal, la terapia cognitivo-conductual ha mostrado resultados prometedores. También se recomienda la práctica de mindfulness y técnicas de relajación, que ayudan a manejar la ansiedad que se dispara con estos movimientos. Lo importante es reconocer el problema y no minimizarlo: no es una exageración, es una reacción real.
¿Por qué deberíamos hablar más de la misokinesia?
Porque el silencio que la rodea aisla a quienes la padecen. Al visibilizarla, no solo les damos herramientas, sino también comprensión. Tal vez, la próxima vez que alguien mueva el pie sin parar y veas a otro cambiar de asiento o fruncir el ceño… sabrás que la lucha no siempre es visible, pero sí muy real.
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