El “cuachalalate”, chalalate, coachalalate, cuachalala, también conocido por su nombre científico de “amphipterygium adstringens” o en su palabra náhuatl “cuauchachalatli” se compone de cuáhuitl, que significa árbol, y chachalatli, que es el pájaro de la chachalaca, por lo que cuachalalate significa literalmente: “árbol de la chachalaca”. Esta planta viene de un árbol con la corteza muy rugosa que produce numerosas protuberancias, es nativo de México y habita ambientes secos.
¿Para qué se utiliza el cuachalalate?
Es tradicionalmente usada en México como planta medicinal desde las culturas precolombinas para aliviar la gastritis, como cicatrizante y anticancerígeno, incluso se sabe que es un estimulante del sistema inmune; generalmente se recomienda en té, infusiones o incluso recientemente en cápsulas. Recientemente se ha descubierto que contiene un compuesto capaz de atacar a las células enfermas sin afectar a las células normales.
Cuachalalate contra el cáncer
Los investigadores del Instituto Politécnico Nacional, (IPN), han analizado esta planta para desarrollar medicamentos que ayuden a los pacientes con cáncer a enfrentar la enfermedad sin el daño que provocan otros tratamientos como la quimioterapia o radioterapia.
Según el Departamento de Toxicología del IPN liderado por Libia Vega Loyo, se dio el hallazgo de que el cuachalalate posee ácido anacárdico 6-pentadecil salicílico que puede ayudar a hacer frente a distintos tipos de cáncer en estadios básicos de la enfermedad hasta avanzados, ya que activa el sistema inmunológico para que el paciente tenga más resistencia contra los efectos secundarios de los tratamientos y el cuadro sintomatológico.
En la investigación liderada por Libia se utilizó el ácido anacárdico6 como agente gastroprotector, auxiliar en enfermedades vasculares y como tratamiento en cáncer de mama, líneas celulares de leucemia y tumores en zonas alejadas de órganos vitales con resultados prometedores.
Se sabe que tiene la capacidad de inducir la muerte de las células tumorales mientras que a las células normales se reproduzcan más despacio, pero no las mata ni inhibe su crecimiento, estimulando incluso que el sistema inmune mejore por lo que además de no dañar al paciente de forma invasiva fomenta que el enfermo transite de mejor manera la enfermedad.
Si bien, no se conoce aún su efectividad contra el cáncer en estados mucho más avanzados ni en cánceres invasivos, se sigue investigando y en búsqueda de que esta opción sea pronto una alternativa real para los pacientes.
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