La temporada de despedir un año y recibir otro suele estar asociada con celebración, balance personal y expectativas renovadas. Sin embargo, para una parte importante de la población, este periodo representa un reto emocional significativo. Lejos de la narrativa optimista, el cierre de año puede convertirse en un detonante de síntomas depresivos, especialmente en personas que ya los han experimentado anteriormente o que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad emocional.
De acuerdo a Atziri Arroyo Ruiz, psicóloga y académica que pertenece al Departamento de Humanidades y Desarrollo Humano de la UAG, diversos estudios en neurobiología han demostrado que el clima frío y la disminución de la luz solar influyen directamente en el estado de ánimo. La reducción de la exposición a la luz afecta procesos cerebrales relacionados con la regulación emocional, lo que puede traducirse en apatía, cansancio y tristeza persistente. A este componente biológico se suman factores sociales como las reuniones familiares, la soledad, la presión económica asociada a la cuesta de enero y la constante comparación con entornos que aparentan bienestar.
¿Cuáles son las principales características de los cuadros depresivos?
Arroyo Ruiz identifica tres elementos centrales en los cuadros depresivos: tristeza, anhedonia y desesperanza. La tristeza suele surgir ante la percepción de pérdida, ya sea material, emocional o simbólica. Compararse con otras personas, recordar etapas pasadas o enfrentar cambios no deseados puede intensificar este sentimiento durante el cierre de año.
La anhedonia, por su parte, se manifiesta como la incapacidad para disfrutar actividades que antes generaban placer. Comer alimentos favoritos, escuchar música, convivir con seres queridos o incluso descansar deja de producir satisfacción. Desde la ciencia, se sabe que los circuitos cerebrales encargados de la recompensa no se activan de forma adecuada, lo que refuerza la sensación de vacío emocional.
La desesperanza completa este cuadro. Se trata de una visión negativa del futuro, acompañada de la creencia de que las cosas no mejorarán. Factores como la incertidumbre económica, los cambios políticos, la inseguridad y la violencia refuerzan estas expectativas poco alentadoras, especialmente al inicio de un nuevo ciclo anual.
Finalmente, la especialista de la UAG recomienda mantenerse atentos a la presencia de estos síntomas y, en caso de identificarlos, buscar apoyo profesional oportuno. Cuidar la salud mental propia y la de quienes nos rodean resulta clave en una época que, aunque compleja, también puede ser una oportunidad para la prevención y el acompañamiento.
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