Durante la temporada invernal, muchas personas reducen su consumo de agua debido a las bajas temperaturas y a una menor percepción de sed. Sin embargo, el organismo continúa perdiendo líquidos de forma constante a través de la respiración, la orina y la piel, especialmente en ambientes con calefacción y aire seco.
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La falta de una hidratación adecuada puede provocar síntomas como dolor de cabeza, cansancio, dificultad para concentrarse y estreñimiento. Además, incrementa el riesgo de infecciones urinarias y formación de cálculos renales, al tiempo que afecta procesos esenciales como la digestión, la regulación de la temperatura corporal y la eliminación de toxinas.
Entre las principales razones para mantener una ingesta regular de líquidos en invierno se encuentra la pérdida de agua “invisible” al respirar aire frío y seco, así como la reducción natural de la sensación de sed, que no refleja las verdaderas necesidades del cuerpo. El agua también es fundamental para el transporte de nutrientes, el funcionamiento adecuado del sistema respiratorio y la protección de las mucosas de nariz y garganta.
Para prevenir la deshidratación, se recomienda beber agua de manera constante a lo largo del día, sin esperar a tener sed, con un consumo aproximado de dos litros diarios, ajustable según la actividad física y las condiciones individuales. Asimismo, es útil incorporar alimentos con alto contenido de agua, como sopas, caldos, frutas y verduras, así como optar por infusiones tibias sin azúcar.
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Mantener una hidratación adecuada durante el invierno contribuye al bienestar general y ayuda a prevenir complicaciones de salud asociadas a la falta de líquidos, incluso en épocas de frío.