Crónicas de una Feria Internacional del Libro, diferente

La edición 2021 de la FIL, fue atípica pero profundamente similar y no sólo porque sabíamos, sino por lo que había pasado desde el último avistamiento.

Jessica Martin
Azteca Noticias Jalisco
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Los pasillos del recinto ferial que año con año acoge a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, (FIL), el sábado 27 de noviembre comenzaron a cobrar vida cuando las luces en punto de las 9:00 horas se prendieron de una a una entre el rumor de pies arrastrándose, libros puestos en estantería, murmullos de algunos modorros, (y otros medio despiertos), profesionales del libro que se alistaban para revivir la catedral ambulante de letras más importante a nivel habla hispana en el mundo.

Mientras, dos horas después en lo que las personas cruzaban un puente sanitizante, barreras de salud, eran revisados en sus pertenencias para control interno y deambulaban un tanto húmedos por el rocío olor orégano del túnel, deambulando lentamente revisitando a la FIL como un viejo amigo que tienes tanto tiempo sin verle que urges de abrazarle pero a la vez quieres detenerte para ver cuánto creció desde la última vez.

En simultáneo en la Inauguración grandes voces de todas las latitudes se congregaban para escuchar las palabras de arranque de la edición 35 con solemnes palabras del autor nicaragüense Javier Ramírez: “la FIL es la catedral que anualmente se monta y se desmonta, la República de las letras donde sus habitantes son los lectores, no importando su nacionalidad, estado civil, creencias o ideologías... Aquí los ciudadanos del mundo se hacen hermanos"… Y los vellos del brazo se erizaban porque por un lado ansiábamos correr a abrazar a todos aquellos que esperábamos hubieran venido y por otro, pesaban las ausencias, los silencios y nostalgias de esos que jamás se nos podrán reincorporar.

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Lo más destacado de la FIL 35 este 2021

Los pasillos, que poco a poco se llenaron de personas contagiaron de vida de nuevo al recinto ferial y la gran sorpresa fueron los niños, pequeños que apenas podían caminar, unos que ni siquiera podían abandonar el regazo de la madre y algunos más mayorcitos que correteaban sin prisa por los tramos entre stands bebiendo libros con la mirada, preguntando a sus padres si podían llevar uno u otro, comparando, sentándose en cada rincón posible a leer, a enseñar a sus progenitores una ilustración o hasta a acercarse a sus pares que aunque totalmente desconocidos eran sus viejos amigos por una simple razón: también estaban leyendo un libro.

Ver a padres primerizos enseñar libros de botones y musicales a bebés en el regazo, a pequeños en edad lectora intentar discursar en voz alta lo que decía cada texto e incluso a abuelos que miraban a los retoños con esa nostalgia que sólo lo que parecía imposible logra al suceder.

Y es que, pareciera una vida desde el 2019 cuando la FIL en su edición 33 abarrotaba no sólo estantes de títulos de todos los géneros, sino también, se hacían ríos humanos en donde los pasillos parecían cobrar vida propia mientras el calor humano se arremolinaba llevándote en el sentido que ese flujo quería y requería… Para luego sin previo aviso bajar el telón en 2020 obligado por una pandemia que nos puso a vivir detrás de una pantalla y un cubrebocas.

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Cómo se vivió la FIL 2021

Ahora, volvimos sabiendo visualizar la sonrisa en los ojos, los sentimientos en la postura del cuerpo y las ganas de devorar libros en el público tapatío que jubiloso asistía a cada evento que podía en la franja horaria.

Y sí, fue raro, olía a complemento de menudo, te daba frío la rociada, los boletos electrónicos quedaban perdidos en el carrete del usuario descuidado y el bullicio de FIL Niños se extrañaba en el recinto principal, la sana distancia impedía abrazar… Pero no impidió la calidez.

En su inauguración se decía que la FIL es la más importante a nivel habla hispana, la segunda más visitada desde su par en Frankfurt, Alemania, pero “la primera en empatía, compadrazgo y calidez”, y se sentía, porque en cada pasillo, en todo stand, área de exposición, profesionales o prensa los gritos de júbilo, los ojos rasos y los grandilocuentes gestos de manos para hablar se perdían entre un murmullo de decenas de idiomas exclamando que: nos habíamos reencontrado, estábamos juntos, otra vez habíamos vuelto a casa y lo sabíamos.

De repente, el tapatío respiró más ligero, sabiendo que una parte de su identidad, que un cachito de lo que Jalisco es, se había “reactivado” y que el evento con el que crecimos nos ofrecía otra vez la oportunidad de vernos, de estar, de dialogar, discursar y discutir, de departir y de enseñarle a los más pequeños a querer esta que también es su familia, su hogar.

El 2020 nos paró, nos mandó al mundo digital e intangible, pero el 2021 para los que seguimos aquí, fue un reencuentro cálido entre amigos, un espacio de hambre de dos años sin vernos, ansias de reconexión y vinculación de las diversas formas lingüísticas.

Durante 216 horas todos los lectores, escritores, ilustradores, periodistas, miembros del gremio editorial, promotores y diversos asistentes, vivimos en un solo espacio, en una tierra con una lengua común: la literatura.

Y si quizás, tras 9 días Jalisco y sus residentes se sienten exhaustos, estamos todos satisfechos y orgullos de que una vez más, la perla tapatía demostró su anfitrionía, su capacidad de recibir como propio a quien se le acerque y de ser un espacio respetuoso y megadiverso.

Si bien el domingo 05 de diciembre en punto de las 21:00 horas, las luces se apagaron y con ello, poco a poco la feria perdió voces mientras los lectores volvían a las latitudes donde pertenecen… Nos íbamos con las maletas llenas de libros, la mente plagada de ideas, el corazón henchido de amor por los nuestros y la promesa de que no era un adiós, sino un “hasta volvernos a encontrar”.

La FIL se va, pero los lectores, los amigos, los encuentros, esos permanecen, durmiendo en la esperanza y certeza de que el 2022 nos veremos más viejos, diferentes, pero iguales.

Y si a título propio me preguntaran qué fue lo que me llevo, es el saber que en el fondo, seguimos siendo niños, candorosos, amorosos… Ilusionados y que eso, nos hace seguir vivos.

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