Desde pequeñas, las niñas aprenden que llorar no solo está permitido, sino también esperado. Mientras tanto, a los niños les enseñan que “los hombres no lloran”, como si las lágrimas fueran un privilegio femenino. Esta diferencia, tan cotidiana como profunda, ha intrigado a psicólogos, médicos y sociólogos por generaciones. ¿Por qué, en efecto, las mujeres lloran más que los hombres? La respuesta no es única, ni sencilla, pero está tejida entre hormonas, educación, neurociencia y siglos de historia.
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¿Tiene que ver con las hormonas?
Sí, y mucho. La prolactina, una hormona relacionada con la producción de leche materna, también influye en la producción de lágrimas. Esta hormona se encuentra en mayores niveles en mujeres, incluso antes de ser madres. Además, los cambios hormonales durante el ciclo menstrual, el embarazo o la menopausia, pueden disparar una mayor sensibilidad emocional. Pero no todo es químico: hay mucho más detrás del llanto femenino.
¿Acaso el cerebro femenino está “conectado” diferente?
Las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres podrían explicar parte del fenómeno. Estudios han demostrado que el sistema límbico —la zona que gestiona las emociones— es más activo y complejo en las mujeres. También se ha observado que ellas tienden a procesar las emociones con más profundidad. Esto no significa que los hombres no sientan, sino que las mujeres están más entrenadas, incluso neurológicamente, para expresarlo.
¿Qué tanto influye la cultura?
Mucho más de lo que imaginamos. Desde pequeños, a los hombres se les castiga o ridiculiza por llorar, mientras que a las niñas se les consuela. Esta diferencia en la socialización genera adultos que manejan el llanto de forma completamente distinta. En algunas culturas, llorar es un signo de sensibilidad y fuerza, mientras que en otras es símbolo de debilidad. Esto demuestra que el llanto también se aprende.
¿Llorar es debilidad o fortaleza?
Lejos de ser un acto de debilidad, llorar es una herramienta de liberación emocional. A través de las lágrimas, el cuerpo libera tensiones, limpia emociones reprimidas y comunica necesidades sin palabras. Las mujeres, al llorar más, podrían estar gestionando mejor ciertas cargas emocionales. Muchos terapeutas coinciden: es preferible un llanto a tiempo que un enojo mal canalizado.
¿Entonces, los hombres lloran menos... o lo ocultan mejor?
La gran pregunta final. Aunque estadísticamente las mujeres lloran con más frecuencia, eso no significa que los hombres no sientan el impulso de llorar. Lo que ocurre es que aprendieron a contenerlo, a reprimirlo, a traducir esas emociones en otras formas de expresión: ira, silencio, evasión. Detrás de cada hombre que no llora, quizá haya un niño que fue interrumpido con un “no seas débil”.
Las mujeres lloran más no porque sean más débiles, sino porque son más libres —al menos emocionalmente— para hacerlo. El llanto no tiene género, aunque la sociedad así lo haya querido. Tal vez la verdadera evolución consista en permitirnos llorar sin importar quiénes seamos. Porque después de todo, llorar también es vivir.
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