Yellow Day: El día más feliz y la oscura obsesión amarilla de Van Gogh

Vincent van Gogh veía el mundo a través de una paleta ardiente. Para él, el amarillo era luz, esperanza, calor. En sus cartas a su hermano Theo, confesaba su necesidad de plasmar esa vitalidad solar en sus obras: “el sol, amigo de mi alma”, escribía. Pero lo que comenzó como una búsqueda artística pronto se convirtió en una obsesión. Se dice que comía pintura amarilla de cadmio, convencido de que ingerir el color lo llenaría de esa energía luminosa que tanto anhelaba.

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La pintura de cadmio que usaba Van Gogh no era cualquier pigmento: era altamente tóxica, compuesta de metales pesados que pueden causar daños irreversibles al sistema nervioso, vómitos, y fallos orgánicos. Aunque no hay evidencia médica contundente de que su muerte fuera causada directamente por esto, varios testimonios sugieren que sí llegó a ingerir pequeñas dosis, posiblemente como un acto desesperado en su lucha contra los episodios mentales que lo atormentaban. Su vínculo con el amarillo no era sólo artístico: era emocional, visceral.

Curiosamente, el 20 de junio —el día más largo del año en el hemisferio norte— se celebra el Yellow Day, conocido como el día más feliz del año. Se asocia con la luz, la vitalidad y la esperanza, valores que Van Gogh buscaba con desesperación. Irónico, ¿no? Que el color que simboliza la felicidad también haya estado ligado a la tristeza más profunda de un alma atormentada. En cada trazo amarillo del genio holandés, hay un grito, una búsqueda, una historia que aún vibra bajo la superficie del sol.

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