Diógenes, el cínico más famoso de la antigua Grecia, vivía en un tonel, rechazaba las normas sociales y despreciaba las posesiones materiales. Su vida era una crítica viviente a la hipocresía de la sociedad. Caminaba a plena luz del día con una linterna “buscando a un hombre honesto” y se burlaba de reyes, filósofos y ciudadanos comunes con igual ferocidad. ¿Cómo es posible que su nombre haya terminado ligado a un trastorno caracterizado por el acaparamiento extremo y la falta de higiene? Este giro cruel y curioso merece ser explorado.
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¿Qué es realmente el “síndrome de Diógenes”?
El llamado síndrome de Diógenes describe a personas —en su mayoría ancianos— que viven en condiciones de abandono, acumulando basura y objetos sin valor. Exhiben aislamiento social, negligencia extrema y, en muchos casos, una total desconexión con la realidad. Pero aquí está el detalle: Diógenes no acumulaba, ni estaba desconectado. Al contrario, su estilo de vida era una decisión filosófica y radical.
¿Por qué le pusieron su nombre a un síndrome que parece lo opuesto?
Fue en el siglo XX cuando un grupo de psiquiatras bautizó esta condición con el nombre del filósofo, probablemente por su fama de “vivir como un perro” (de hecho, “cínico” viene de kynikos, “perruno” en griego). Pero confundieron la renuncia con la desidia, y la sabiduría con la patología. Diógenes predicaba el autocontrol y la libertad, no el abandono irracional.
¿Qué diría Diógenes hoy?
Probablemente encendería de nuevo su linterna, se metería en un congreso de psiquiatría y les gritaría a todos que han perdido el juicio. Diría que vivir con poco no es lo mismo que vivir en el caos. Que el problema no es la basura, sino el miedo a estar solos. Y quizás, como solía hacer, se reiría.
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