Cuando pensamos en Melchor Ocampo, lo imaginamos como el político liberal, el autor de las célebres cartas matrimoniales, o el mártir fusilado por el conservadurismo. Sin embargo, detrás del prócer había un padre. Y en su historia, tres pequeñas niñas crecieron en silencio: las hijas ilegítimas de Melchor Ocampo, criadas bajo la sombra del escándalo y la tragedia.
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¿Quién fue la madre de las hijas de Ocampo?
Nunca se casó. Nunca reconoció públicamente a una mujer como su pareja. Sin embargo, se sabe que tuvo tres hijas, fruto de una relación con una indígena otomí llamada Santos Benítez. Esta mujer, empleada en la hacienda de Pateo (propiedad de Ocampo en Michoacán), falleció prematuramente, dejando a las niñas en manos de su padre biológico. Ocampo, sabiendo el estigma que traía su origen mestizo e indígena, decidió esconder su existencia ante la élite política.
¿Por qué las envió a Francia?
En un acto contradictorio entre amor y vergüenza, Melchor Ocampo decidió enviar a sus hijas a Europa. Las embarcó rumbo a Francia bajo el cuidado de una institutriz, con la esperanza de que recibieran una educación distinguida… lejos de los rumores y las miradas inquisitivas. En cartas privadas, revelaba su angustia: “Les he dado todo, menos mi apellido”. Tristemente, la separación fue definitiva.
¿Qué ocurrió con ellas tras su muerte?
Tras el fusilamiento de Ocampo en 1861, las niñas quedaron huérfanas en un país extranjero, sin patria ni protección. Se dice que una de ellas regresó a México años después, en el anonimato. Ninguna reclamó nunca el legado de su padre. Murieron en el silencio que la historia les impuso, pero su existencia nos recuerda que incluso los grandes hombres esconden capítulos que aún duelen.
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