En una tarde cualquiera, un pequeño de dos años sufre una rabieta porque no le dan su juguete favorito. Llora desconsolado, su carita se tensa, suelta un grito fuerte… y de pronto, deja de respirar. En segundos, su piel palidece o toma un tono azulado, y su cuerpo cae sin fuerzas. Para los padres, esta escena es aterradora, pero sorprendentemente no es peligrosa en la mayoría de los casos. Se trata del espasmo del sollozo, una reacción involuntaria que ocurre generalmente en niños entre los 6 meses y 6 años.
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¿Qué es exactamente un espasmo del sollozo?
El espasmo del sollozo es un episodio breve y benigno que suele ocurrir tras un llanto fuerte, dolor o susto. El niño deja de respirar momentáneamente, pierde el conocimiento por unos segundos y luego recupera la conciencia sin secuelas. Hay dos tipos principales: el cianótico (el niño se pone azul) y el pálido (pierde color súbitamente).
¿Es peligroso o deja secuelas?
Aunque el episodio parece dramático, no es dañino para el cerebro ni provoca epilepsia. Lo más importante es mantener la calma y asegurar que el niño esté en un lugar seguro mientras pasa el espasmo. No se necesita reanimación ni intervención médica urgente a menos que el episodio dure más de un minuto o se repita con frecuencia.
¿Qué hacer en el momento y cómo prevenirlo?
Coloca al niño de lado en el suelo y espera a que recupere el aliento. Evita sacudirlo o echarle agua. Posteriormente, es clave no reforzar con miedo el comportamiento previo, y consultar al pediatra para descartar otras causas. Aunque no se pueden prevenir del todo, saber cómo actuar da tranquilidad y confianza a las familias.
Con información y paciencia, este episodio tan impactante puede manejarse con seguridad y sin alarmas.
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