En el corazón de Jalisco existen 12 pueblos que parecen suspendidos en el tiempo, cada uno abrazando un encanto propio. Son más que destinos; son versos vivos, latidos de historia, arte y naturaleza.
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Entre pinceles, piedras y agaves: qué hacer en los Pueblos Mágicos de Jalisco
Ajijic, con su espíritu bohemio a orillas del lago de Chapala, invita a caminar entre galerías y atardeceres que pintan el alma.
En Lagos de Moreno, cada calle empedrada y edificio colonial narra epopeyas antiguas bajo la mirada de la catedral.
Mascota ofrece verdes caminos para quien busque perderse entre montañas y hallar su reflejo en lagunas escondidas.
Mazamitla, la llamada “Suiza Mexicana”, se abre a la aventura: cabalgatas, tirolesas y cabañas entre pinos eternos.
San Sebastián del Oeste, antiguo emporio minero, guarda el misticismo de sus casonas y la promesa de cielos infinitos desde la Sierra de la Bufa.
San Pedro Tlaquepaque vibra en colores de artesanía, en el clamor de mariachi bajo el histórico Parián, donde el arte y la música se abrazan.
¿Cuáles pueblos mágicos de Jalisco abrazan los senderos de la fe?
Tapalpa canta en murmullos de pinos y neblina; su Cerro de la Campana es llamado por aventureros y soñadores.
Talpa de Allende, con su misticismo serrano, es peregrinaje de fe entre montañas doradas por el sol.
Tequila, donde la tierra huele a agave y a historia líquida, deslumbra con sus destilerías y campos azules, un patrimonio que se bebe y se siente.
Sayula perfuma sus calles de historia y tradición culinaria: el dulce de cajeta, los portales antiguos, la hospitalidad.
En Cocula, cuna del mariachi, la música brota de las piedras y la gastronomía llena los patios coloniales de sabores vibrantes.
Temacapulín, pequeño en tamaño pero inmenso en alma, ofrece baños termales, senderismo y paisajes que sanan la mirada.












