En el corazón de Ciudad Guzmán, justo donde el silencio parece pesar más que el aire, existe una figura que desafía la fe y la lógica: el Cristo sin cabeza. Tallado en piedra y olvidado por el tiempo, este Cristo se encuentra en el panteón municipal, rodeado de sepulcros antiguos y cruces oxidadas. Lo que lo hace único no es solo su condición decapitada, sino la tenebrosa leyenda que lo acompaña desde hace más de un siglo.
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¿Cómo surgió la leyenda del Cristo sin cabeza?
Cuenta la historia que en tiempos del Porfiriato, un hombre acaudalado mandó construir un mausoleo familiar en el cementerio. Encargó también una escultura de Cristo crucificado para adornarlo, pero días antes de la inauguración, el artista fue hallado muerto misteriosamente. Cuando colocaron la estatua, esta ya no tenía cabeza. Nadie supo si fue robo, accidente o algo más oscuro. Desde entonces, los visitantes aseguran que el Cristo decapitado llora sangre en ciertas noches y que murmura plegarias en voz baja cuando alguien se le acerca demasiado. Pero esta es tan solo una de las tantas y tantas versiones que se cuentan por los habitantes de este lugar.
¿Por qué el Cristo permanece sin restaurar?
Muchos han intentado reponer la cabeza de la estatua, pero todos han fallado. Algunos escultores han enfermado gravemente, otros han abandonado la ciudad por miedo. Incluso, hay quienes aseguran que el Cristo no permite que lo toquen y como muestra están las paredes llenas de sangre a su alrededor. Para los lugareños, la figura ya no es solo un símbolo religioso, sino un portal a lo inexplicable.
¿Qué representa hoy para los habitantes de Ciudad Guzmán?
Para algunos, es un recuerdo del pasado, para otros, una advertencia de que la fe no siempre trae consuelo. Lo cierto es que el Cristo sin cabeza se ha convertido en un símbolo de identidad local, un guardián silencioso de secretos que la ciudad aún no se atreve a revelar. ¿Leyenda o realidad? Solo quienes se atrevan a mirarlo a los ojos—si tan solo los tuviera—podrán decirlo.
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