¿Y si el rosa era para niños? El sorprendente giro de la historia del color más incomprendido
Durante siglos, el rosa no fue un color “femenino”. De hecho, era símbolo de poder, virilidad y estatus. Te contamos cómo este tono pasó de caballeros aristócratas a muñecas de plástico.
A principios del siglo XX, el rosa era considerado un color masculino. En la Europa del siglo XVIII, era común ver a los hombres de la nobleza vestidos con trajes en tonos rosados: era un color vibrante, elegante y derivado del rojo, asociado con el poder. Vestir de rosa era símbolo de prestigio, especialmente entre reyes y aristócratas. Incluso en los catálogos de moda de principios del siglo XX en Estados Unidos, se recomendaba el rosa para los niños, por ser un tono “más decidido y fuerte” que el azul, que era reservado para niñas por ser más delicado.
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¿Cuándo cambió todo y por qué?
El cambio de percepción comenzó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el marketing masivo y la cultura de consumo redefinieron los códigos de género. Las marcas, buscando segmentar sus productos, comenzaron a asignar colores distintos para niños y niñas. Disney y los fabricantes de juguetes como Mattel popularizaron el rosa para niñas, especialmente con la llegada de Barbie en los años 50, consolidando su asociación con lo femenino. Fue una estrategia comercial, no cultural.
¿Estamos viviendo un renacimiento del rosa sin género?
Hoy, celebridades, diseñadores y movimientos sociales han reivindicado el rosa como un color sin género. Desde Harry Styles hasta la pasarela de Valentino, el rosa ha recuperado su poder, ya no como símbolo femenino, sino como expresión de libertad, estilo y rebeldía. El rosa, antes varonil y luego domesticado, vuelve a ser un color de audacia. ¿Quién hubiera dicho que detrás de un color tan dulce, había tanta historia?
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