Adolfo Gómez, mecánico dental y fisioterapeuta de profesión, encontró su verdadera vocación en la plastilina, material con el que crea figuras detalladas y personalizadas. Desde los tres años comenzó a moldear por diversión y, con el tiempo, convirtió su pasatiempo en una forma de vida. Hoy vende sus piezas y ofrece clases en la Glorieta Chapalita, donde comparte su técnica. Su historia refleja cómo la pasión y la constancia pueden transformar un talento infantil en un arte que inspira.
Con información de: Georgina Gil
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