Los antojos por alimentos dulces suelen intensificarse en momentos de presión, agotamiento o tensión emocional. Aunque muchas personas piensan que se trata de un impulso ocasional, la ciencia ha demostrado que existe una respuesta fisiológica que explica por qué el cuerpo “pide” azúcar en situaciones estresantes.

¿Cómo reacciona el cerebro cuando detecta estrés?

Ante cualquier situación que el cerebro interpreta como una amenaza, se activa el eje hormonal del estrés. Esta reacción libera cortisol, una sustancia que prepara al organismo para enfrentar el peligro. El problema es que el cortisol también estimula el deseo de consumir alimentos ricos en energía inmediata, como los dulces.

¿Por qué los alimentos azucarados generan una sensación de alivio temporal?

El azúcar estimula la liberación de dopamina, un neurotransmisor relacionado con el placer y la sensación de bienestar. Esa combinación provoca que, por unos instantes, el malestar disminuya. Sin embargo, esta sensación es pasajera, lo que lleva a un ciclo donde el cuerpo vuelve a pedir más para mantener esa breve calma.

¿El antojo por dulces es una respuesta emocional o física?

Las investigaciones revelan que es una mezcla de ambas. Por un lado, el cuerpo busca energía rápida para compensar la tensión física que genera el estrés. Por el otro, la mente busca una sensación de confort para contrarrestar emociones como ansiedad, frustración o cansancio acumulado.

¿Es malo recurrir al azúcar en momentos de estrés?

Depende de la frecuencia. Aunque un dulce ocasional no representa un problema, convertirlo en un hábito puede elevar los niveles de glucosa, afectar el estado de ánimo y provocar dependencia emocional hacia ciertos alimentos. Por ello, expertos recomiendan identificar el origen del estrés y adoptar alternativas más saludables, como ejercicio moderado, hidratación adecuada o técnicas de respiración.

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