Antes de que existiera Tinder, los enamorados tenían su propio ritual para “darse match"… pero en el quiosco del pueblo. En muchos municipios de Jalisco -especialmente en el norte del estado y zonas como Jalos-, dar vueltas alrededor del kiosco no era cualquier paseo: era una coreografía social para ligar a la vieja escuela.
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¿Cómo funcionaba el ritual del quiosco?
Cada domingo por la tarde o noche, las plazas se llenaban de juventud, música de banda o trío, y miradas cómplices. Los hombres caminaban en un sentido, y las mujeres en el contrario, dando vueltas alrededor del quiosco. Eso permitía que se cruzaran varias veces, y si alguien te gustaba, ya sabías por dónde te volverías a encontrar.
Pero lo mejor venía después: si un chico estaba interesado en una chava, le daba un “huevazo” de confeti en la cabeza -sí, un cascarón con papelitos de colores. Si ella se dejaba, significaba que había interés… y entonces, como acto de galantería, él le ofrecía una flor.
¿Y luego qué sucedía?
Si ella aceptaba la flor, la pareja comenzaba a dar vueltas juntos, ya del mismo lado. Ese gesto era tan claro como cambiar tu estado a “en una relación”. En algunos pueblos, este ritual era casi obligatorio para declararse oficialmente pretendiente.
Más que tradición, era un juego de miradas, colores y florecitas, una historia de amor tejida al ritmo de las vueltas. Y aunque hoy todo sea más digital, el romance que se vivía en esos paseos al quiosco… sigue siendo inolvidable.
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