Dicen los vecinos más antiguos que una casa de cantera gris, escondida entre los árboles de Tlalpan, fue durante años el escenario de gritos, golpes invisibles y rezos desesperados. En los años 70, una familia recién llegada comenzó a notar presencias que hablaban en lenguas desconocidas, sombras que cruzaban las paredes, y lo más espeluznante: su hija menor empezó a hablar con voces que no eran suyas. Desesperados, buscaron ayuda, y así llegaron los primeros exorcistas.
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¿Qué ocurrió dentro de la casa maldita?
Los sacerdotes enviados por el Arzobispado nunca hablaron públicamente del caso, pero uno de ellos —ya jubilado— confesó años después que vivió allí su peor experiencia espiritual. Durante días, la niña levitaba, se burlaba de los rezos y hablaba en latín perfecto. La lucha duró meses, y se dice que no todos los exorcistas sobrevivieron emocionalmente.
¿Por qué nadie quiere vivir allí hoy?
Aunque la casa fue vendida varias veces, nadie logra quedarse más de unos meses. Puertas que se abren solas, crucifijos que caen, y una constante sensación de ser observado. Algunos han dejado grabaciones de lamentos nocturnos y susurros en los espejos.
¿Mito urbano o advertencia del más allá?
Hoy, los más jóvenes lo cuentan como un cuento de terror. Pero para los ancianos del barrio, lo ocurrido fue real. Y cuando cae la noche, la casa permanece en silencio… pero no vacía.
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