Hace 10 años, una enfermera llamada Marcela Casal Sánchez, presenció uno de los momentos más tristes y dramáticos a la que se pudo haber enfrentado: un bebé recién nacido al que estaba cuidando, fue rechazado por sus padres por tener Síndrome de Down. Los hechos sucedieron en una sala de partos del sanatorio Mater Dei en la ciudad de Buenos Aires, Argentina.
La enfermera nunca conoció a los padres biológicos del menor, pues al nacer el niño, pidieron que retiraran la cuna de la habitación. “La reacción fue muy precipitada, como si hubiera sido pensada de antemano. En el caso intervinieron muchas personas, la parte legal del sanatorio porque devolvieron el certificado de nacimiento a la partera. En ese momento nos dimos cuenta que la situación no iba a desarrollarse como pensábamos”, mencionó la ahora madre del pequeño a los medios locales.
Cabe destacar que el lugar era una institución médica católica, por lo que las hermanas del Mater Dei intentaron convencer a los padres con el amor a su hijo, pero esto no arrojó buenos resultados. “Sentimos una tristeza enorme. Por protocolo de la guardería pasó a terapia para ser observado. Durante esas semanas, todos los trabajadores del hospital lo poníamos en la cuna, en el huevito, lo llevábamos a terapia, se la pasó de brazo en brazo, como yo digo, con todas sus tías. También venían de otros servicios a verlo”, agregó Marcela.
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Marcela tenía el deseo de ser madre y Santiago fue su oportunidad
Durante esos años, Marcela había hablado con su pareja sobre adoptar a un bebé, ya que no podía quedar embarazada de forma natural. La mujer mencionó que en ese momento ya sentía un amor enorme por el bebé abandonado en la clínica y decidió que podría ser su madre.
“Santiago nació como Franco y nos dieron aviso de que habría que cambiar en la historia clínica el nombre, porque ‘la señora’ había dicho que Franco era nombre de un niño sano y teníamos que ponerle Santiago. Bueno, no solamente a mí, a todos nos provocó una sensación de dolor”, mencionó Marcela, quien no le cambió el nombre y decidió agregarle otro, Francisco.
Fue en diciembre del año 2012 cuando Marcela llegó a trabajar y el bebé ya no estaba, pues le habían asignado una familia de tránsito para que se definiera su adopción. En ese momento, sintió una desesperación tan grande que fue hasta las puertas del Juzgado Nacional en lo civil número 86, con la finalidad de ser ella la adoptante de Santiago.
Marcela estaba decidida en tener a Santiago como su hijo, realizó todos los trámites pertinentes, recibió visitas en su casa, fue evaluada por profesionales, pero se enfrentaba a una lista de personas que querían adoptarlo, entre ellos, varios médicos.
Tras algunos meses de espera, en marzo del 2013, la llamaron al juzgado. Fue la jueza María del Carmen Bacigalupo de Girard quien analizó el caso del pequeño y decidió que Marcela y su pareja debían ser los padres de Santiago. “Fue una emoción enorme, en ese momento me dijo que había priorizado el contacto que yo había tenido con el bebé durante sus primeros días de vida”, agregó Marcela.
A una década de la adopción de Santi, la mujer mencionó que se divorció de su pareja durante el primer año del pequeño, pero decidió que ella lo criaría sola. “No me arrepiento de haberlo elegido sobre todas las cosas. Él es todo para mí, para mis padres, es un niño fuera de serie, cariñoso y sumamente sociable. Ama la naturaleza y le encantan sus mascotas”, concluyó la mujer.
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