En la superficie, parecen personas extrovertidas, magnéticas, incluso seductoras. Pero detrás de cada sonrisa nueva y cada cita exprés, hay una verdad más compleja: una batalla emocional interna. Andrea (nombre ficticio), de 27 años, dice que “no aguanta estar sola más de dos días”. No se trata solo de amor o deseo, sino de una búsqueda constante de validación, como si el cariño ajeno fuera el único espejo donde puede verse con claridad.
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¿Por qué necesitan cambiar constantemente de pareja?
Este comportamiento no es casual ni superficial. Muchos viven atrapados en ciclos de inseguridad, donde el afecto se convierte en una droga que apenas dura lo suficiente para calmar la ansiedad. Cambiar de pareja cada semana es, en realidad, una forma de huida: de la soledad, del vacío, de uno mismo. Son personas que no se sienten completas si no están siendo deseadas.
¿Se trata de inestabilidad emocional o de una herida más profunda?
La mayoría ha experimentado rechazo en la infancia, abandono emocional o relaciones inestables. Esto genera un patrón afectivo en el que la persona cree que solo vale si alguien más lo reafirma. No hay espacio para el silencio ni para el amor propio. El miedo al vacío se vuelve tan potente que prefieren vivir historias fugaces a enfrentarse a sus emociones.
¿Qué pueden hacer para romper este patrón?
Lo primero es reconocer que el amor propio no se encuentra en otros, sino en uno mismo. Buscar ayuda terapéutica es clave para entender el origen de esta dependencia afectiva. Sólo así podrán dejar de correr de brazos en brazos y comenzar a construir vínculos verdaderos, desde la calma y no desde la necesidad.
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